lunes, 4 de mayo de 2009

La rebelión de los tapados (IV)

Una cuestión de uso

Parece que la tormenta pasa poco a poco, insisto: parece. Hace unos días, reclamábamos claridad de parte del gobierno para hacer una análisis efectivo de la realidad, simple y sencillamente, porque no queríamos entrar en un debate especulativo sobre la naturaleza, desarrollo y consecuencias de la epidemia de AH1N1 en nuestro país. Desde nuestro punto de vista, sólo era posible debatir en torno a lo que conocíamos con certeza, y en ese momento las cifras que nos pichaban las instituciones de salud, respaldadas por el discurso oficialista de los medios de comunicación, tenían dos factores que era importante tomar en cuenta: por un lado resultaban sospechosas, ya que la cifra de contagios probables estaba muy por encima de los muertos confirmados; y por otro, resultaban alarmantes, ya que la propagación masiva del virus parecía ser aún más agresiva que las medidas de contención adoptadas por el gobierno. Entonces dijimos que era necesario establecer un laboratorio de medios para tratar de hacer una disección de sus discursos, y para monitorear la información que generaban otra áreas de la vida política del país. Ahora, las cifras indican que el número de muertes a causa del virus AH1N1 apenas pasa la veintena. A la luz de este nuevo dato, se transparenta un elemento que se estaba obviando en el análisis: la exposición de la vida al contagio de una enfermedad o de cualquier otro factor que la ponga en riesgo, es exactamente la misma que antes de la propagación mediática del virus AH1N1. En este sentido, gracias al manejo irresponsable y a la dosificación de la información, hay indicios suficientes para pensar que la epidemia de influenza humana desaparecerá tan pronto como desaparezca de los medios. Sin embargo, el daño social que ha producido este fenómeno es irreparable.
El miedo se ha instalado en buena parte de la población, que se encuentra y se sabe a sí misma vulnerable y, por lo tanto, predispuesta a alinearse políticamente a cualquier figura que le ofrezca un mínimo de protección. En este caso, quien lo ha hecho con insistencia es el Estado, es decir, la cúpula política-financiera afiliada al Partido Acción Nacional, que hoy dirige el país en la más asquerosa impunidad. En este sentido, el resto de los partidos políticos que han aceptado entrar al juego institucional de intercambio de cuotas y prestaciones políticas disfrazado de domocracia, no pueden ser menos que cómplices del engaño. Durante las campañas del próximo periodo electoral, no será extraño encontrarnos con que la bandera de las principales fuerzas políticas sea una “reforma al sistema de salud y seguridad social”. Pero vale la pena recordar una cosa: la última vez que se hizo una reforma de este tipo fue un tiro de gracia, precisamente, al sistema de seguridad social, al desmantelar el sistema de pensiones y al aprobar la ley de primer empleo. Con estos antecedentes, ¿qué podemos esperar?
Además, no podemos perder de vista otro proceso, anterior, mortífero e igualmente devastador en términos sociales: la guerra entre el narcotráfico. Las aspiraciones militaristas de Felipe Calderón, dirigidas hacia el pretendido combate al crimen organizado, se han manifestado día con día con un aumento considerable de la presencia del ejército en las calles. Los militares no salieron a repartir cubrebocas frente a la emergencia sanitaria, ya lo estaban haciendo desde mucho antes frente a la emergencia política. Ahora vemos a un Estado autoritario apuntalado por dos factores principales: miedo entre la población, presencia militar en la sociedad civil y, por si fuera poco, una reforma judicial que se aprobó al filo del último periodo ordinario de sesiones, justo cuando nos encontrábamos en “lo más álgido” de la crisis, y que faculta plenamente a las fuerzas policiacas y castrenses para violar una y otra vez nuestras garantías individuales ante la menor sospecha de pertenecer al crimen organizado. Pero, ¿qué es el crimen organizado? Cualquier cosa. Estamos hablando, en realidad, del combate frontal y violento a cualquier manifestación de descontento político y social. Finalmente, la ley en México se reduce a una cuestión de uso. El malestar de la gente, también.
Directa o indirectamente, aquí hay dos grandes ganadores: el sistema político en su conjunto, y los transnacionales farmacéuticas que distribuyen el tratamiento recetado contra la influenza humana y que, seguramente, desarrollarán la vacuna para su “prevención”. Directa o indirectamente, los préstamos que han otorgado el BID y otras instituciones financieras internacionales a México en las últimas semanas, sólo benefician a los grandes inversionistas y especuladores, y sumen en la miseria a la mayoría de la población.
Lo más grave de toda esta situación es que no contamos con una fuerza política de masas con la suficiente capacidad programática y de acción para hacerle frente al proceso que se nos viene encima. Estamos inmovilizados. La crítica, lamentablemente, no se traduce en praxis, ni siquiera es necesario hablar de un proceso de emancipación. Sin embargo, hay que abordar un punto que se nos ha escapado: si bien el miedo es predominante, también lo es la desconfianza en el gobierno. Desde el principio de esta “alerta sanitaria”, mucha gente anunciaba la instalación de una cortina de humo para ocultar no sé bien qué cosas, ahora ya no tienen ningún empacho en proclamarlo y decir: ya ven, se los dije. El problema está, y eso no lo podremos ver más que con el paso del tiempo, en el sentido que adquiera dicha desconfianza: o usa su potencial para transformarse en una expresión política importante, o bien se relaja y se desvanece en el aire. Ante la avalancha de propaganda partidista que se nos viene encima, la sociedad civil necesita elevar sus consignas a nivel de programa: sistema de salud universal, gratuito y de calidad; información veraz en los medios masivos de comunicación y en las instancias gubernamentales; cese total a la militarización del país; respeto absoluto a las garantías individuales y los derechos humanos.
Parece que la tormenta pasa poco a poco. Insisto: parece. Yo creo que apenas comienza.

1 comentario:

  1. Oigan! No abandonen este blog, todavía hay mucho que decir y yo los sigo.

    Bolillo Porci.

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