martes, 28 de abril de 2009

La rebelión de los tapados (I)

Carlos 

Sin duda, el proceso histórico en el que nos encontramos no sólo es importante por lo inmediato, sino porque nos da la oportunidad de entrar en él a través del análisis y, por lo tanto, de la organización. Hoy tenemos ante nosotros la posibilidad de ver cómo se desmantela un gobierno que está siendo víctima de sus propias contradicciones, y en este sentido, podemos jugar un rol activo, reflexionando y organizándonos, o bien un rol pasivo, aislándonos del resto de la sociedad. Tripa de Cerdo es una iniciativa entre muchas otras que deben surgir para que suceda lo primero.

El problema del contraste

Uno de los factores que es necesario tomar en cuenta es el carácter súbito de la epidemia. Ahora sabemos, o mejor dicho, hasta ahora sabemos, que el gobierno cuenta con planes de contingencia epidemiológica contra la influenza desde hace ya algunos años. Sin embargo, hubo un retraso considerable al ponerlos en marcha debido a que, gracias a la dependencia científico-tecnológica en la que se encuentra el país, fue necesario esperar que laboratorios canadienses y estadounidenses confirmaran que nos enfrentábamos a una mutación del virus de la influenza porcina. Ya era tarde.
Establecida la naturaleza del virus, surgió el problema del tratamiento. El gobierno del D.F. ya había iniciado una campaña masiva de vacunación contra la influenza, y se ordenó detenerla al saber que esa vacuna no era efectiva contra el nuevo virus. Que el tratamiento adecuado era antiviral. Pero ya sumaban decenas de muertos. Los antigripales, antibióticos, vitaminas y otros medicamentos que combaten un resfriado común, habían desaparecido de las farmacias, y los cubrebocas también. Sin embargo, el llamado fue a no automediacarse, sino acudir al hospital en busca de un diagnóstico y la consiguiente prescripción. Llamamiento anulado que sólo creó paranoia, porque no contamos con una descripción precisa del cuadro sintomático hasta el sábado. Además, se anunció que sólo el gobierno contaba con la medicina adecuada. Otra vez tarde, y mal.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿por qué el gobierno tiene esa medicina monopolizada? A final de cuentas, y hasta donde nos han dejado saber, de ella depende el recuperarse o no, en otras palabras, el gobierno decide, en última instancia, quién vive y quién muere, a quién se le da el antiviral y a quién no, independientemente de las consideraciones médicas, que en realidad deberían ser las únicas tomadas en cuenta. Además, y eso necesitamos averiguarlo, no sabemos cuáles son los efectos secundarios por la administración del medicamento, ni cuáles son las consecuencias en caso de tomarlo sin estar enfermo.
La enfermedad avanza, y en contraste el gobierno no cuenta con la estructuras científica, hospitalaria y social necesarias para hacerle frente al problema. Desde luego, esto no es algo que lo exculpe de su responsabilidad. Al contrario. La pregunta es: ¿por qué no se cuenta con esas estructuras? Y por si fuera poco, hoy aparece una nota en La Jornada que, esa sí, resulta alarmante: “Trabajadores del INER (Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias) denuncian falta de equipo para protegerse de la influenza”, ante lo cual sólo es necesario hacer una apreciación: el aparato de salud pública empieza a colapsar por la la mezcla explosiva de su asquerosa burocratización, la irresponsabilidad de las autoridades sanitarias al no proteger al personal encargado de atender a la población, la propia enfermedad y, desde luego, la afluencia masiva de personas, enfermas o no, que acuden a los servicios médicos. En síntesis: al problema de la influenza porcina, se suma la ineptitud del Estado.
Ante la pregunta legítima de por qué si se tiene la medicina y, además, se cacarea tanto su eficacia, sigue muriendo gente, las respuestas más socorridas han sido: los pacientes ya llegaron muy graves, o presentaban una patología anterior. Sus respuestas, señores encargados de nuestra salud, no nos satisfacen. Queremos saberlo TODO: ¿cuáles son las áreas de mayor riesgo dentro de las ciudades que están siendo mayormente afectadas?, ¿cuáles son sus cálculos sobre la verdadera expansión del virus?, ¿qué medidas van a adoptar si el número de muertes y contagios continúa elevándose?, ¿por qué nos mantienen en medio de la incertidumbre? Vamos, hasta la mañana de hoy, según los datos oficiales, ha habido 149 decesos a nivel nacional, pero en el transcurso del día murieron otras tres personas en el D.F. y otra en Aguacalientes. Lo que nos pone a pensar es que, según esas mismas cifras del gobierno, ¡sólo 20 decesos se han confirmado por influenza porcina! Mejor aún: en Estados Unidos suman ya 64 casos ¡pero no hay ni un gringo muerto! Si la enfermedad, como parece ser, es curable, entonces que se actúe con responsabilidad no sólo en el resto del mundo, sino también en México.

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